La mirada desde el balcón que es TÁNGER, puede volar y remontarse, recorriendo desde sus colinas las rutas del pensamiento plural y multicolor de cada uno de sus habitantes en un ejemplo excepcional de convivencia.
Es TÁNGER, ciudad de sueños, ciudad que sabe a menta y a especias, sabe a MAR, sabe a luz cegadora, sabe sobre todo, a libertad y tolerancia.
TÁNGER, es mercado, es plaza universal, donde todos los valores están expuestos al sol de la mañana, y donde con toda naturalidad se intercambian sentimientos, costumbres, ideas, fe y talante.
TÁNGER, es la ciudad de los cinco sentidos, porque todos en ella gozan al máximo, nutriéndose de todo tipo de sensaciones, que recorren la geografía humana, haciéndola descubrir sonidos, imágenes, olores.
¡Cuántos olores distintos!A miel y canela, a menta y carbón, a lana y jengibre..., inundando el paladar de ese sabor dulce a chuparquía, a queso fresco entre hojas de palma, en los zocos próximos a las kábilas.
TÁNGER, mosaico de culturas, donde se amasa lo enigmático y lo insondable, donde lo humano se amalgama con lo invisible, llegando a alcanzar cotas insospechadas.
Cada nacionalidad, como un río que se funde: manos blancas y negras, rudas y cultivadas, manos jóvenes y desgastadas, curtidas por la lucha, el trabajo, para desembocar en la bahía, convertida en pecho que abraza, recogiendo, en su regazo de intemperie, todas las ideas, todos los deseos, todos los sueños, para lanzarlos en una misma dirección universal de convivencia en paz.
En TÁNGER, se habla con Dios en todos los idiomas, se comparte un espacio físico bastante reducido, sin que las espadas se levanten.Nadie reclamó jamás un espacio, porque los espacios eran de todos a la vez.Solo basta echar una ojeada alrededor del momento actual, para comprobar como la intolerancia es un contravalor en alza.
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